viernes, 22 de mayo de 2009

Los fajeros

Dicen en el barrio que el turquito Asam, afecto a contar historias lubricadas con ginebra, ha relatado mas de mil acontecimientos aparentemente sucedidos en la zona. Si bien él sostiene que esto lo sabe a ciencia cierta, muchos dicen que todo esto es sólo una excusa para seguir chupando a costa de los parroquianos.

Rubencito, un enjuto muchacho que supo ser un rápido zaguero en tiempos pretéritos y potreros inhóspitos, ahora acomoda los coches en el garage El Triunfo. Rubencito ha sido protagonista de uno de esos relatos del turco, formando parte de una banda... una banda por lo menos peculiar. El etílico relator los denominó como "Los Fajeros", y algunos -entre los que me incluyo- suponíamos que se trataba de una banda de forajidos que iban por el barrio repartiendo coscorrones.

Lejos estaban ellos de serlo. La información que circula en las mesas de algunos bares de la zona a punto de convertirse en restó, es que el padre de Rubencito era un empleado municipal, aparentemente inspector, que perdió la vida en un confuso episodio callejero, en el que los actores fueron Don Rubén, el padre del muchacho, el gallego Posa y su perro "Moscato". Dicen algunos que hubo una discusión que pasó a mayores, porque Don Rubén procedió a clausurar el galpón del gallego, quien elaboraba chacinados en el fondo, mientras que en el frente recargaba baterías de camión. Es cierto que el gallego no tenía fama de ser precisamente un amante de la limpieza y el orden.

En el entrevero entre ambos, al parecer resultó fatalmente herido el inspector municipal, sin más testigos que el gallego y Moscato. La familia, sin embargo, siempre desconfió de Posa, quién después del hecho emigró hacia el interior, para dedicarse de lleno a su gran pasión, el fósforomodelismo. Al parecer, después de el episodio, el gallego se tornó muy paciente, casi ermitaño, y se dedicó a fabricar cosas con fósforos, como barquitos, trenes, castillos medievales, etc. El turco Asam dice que un día fabricó un bote de tamaño natural y que lo llevó a pescar a Monte, pero no hay nada que documente sus dichos.

En fin, los fajeros, una especie de filatelistas/denunciantes barriales, andaban por ahí pegando fajas de papel, algo así como estampillas gigantes pero similares a las fajas de clausura, pero en ellas denunciaban las más atroces actividades perpetradas por los moradores.

Al comienzo denunciaron robos, alguna estafa, la venta de mercadería en mal estado, incluso alguna infidelidad. Con el paso del tiempo, se dieron cuenta que su actividad se veía un tanto limitada, principalmente porque no conocían tantos hechos indeseados por el barrio. Había un número finito de infieles, por ejemplo.

Las puertas de las casas lucían carteles que aparecían misteriosamente durante la noche, y era común que algún vecino saliese a la mañana a baldear la vereda, encontrándose con dos o tres viejas mirando hacia su puerta, que comunmente dejaban escapar comentarios como "mirá la mosquita muerta esta ehh... " o "claaaaro, yo te dije que los tomates que vende no estaban bien, si se me arruinó la salsa el otro día".

Lejos de abandonar la actividad, ampliaron los motivos de sus denuncias, incluyendo temas más triviales, como “no devolvió un martillo”, o “tiene mal olor”, y comenzaron a empapelar el barrio entero.

La vida de los fajeros estuvo signada por un gran limitante, y era su corta autonomía. No conocían suficiente gente en el barrio, y en otros lugares no encontraban motivos para depositar sus fajas. Eran un grupo de cabotaje.

Algunos dicen que el aumento de los cartuchos de impresión hizo que la actividad se hiciese muy cuesta arriba, otros sostienen que evolucionaron, y que ahora hacen graffitis por todos lados, con aerosoles.

El turco Asam no ha dado demasiadas explicaciones sobre cuál fue el destino de los Fajeros, y las pocas que tal vez ha dado no fueron tomadas muy en cuenta, porque como dijo algún día el preso Juan: “se la pasa bolaseando”.

2 comentarios:

  1. Mirá, para mi que "los fajeros" se pusieron una empresita de pasacalles...

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  2. Bueno, otra versión, también incomprobable.

    Hay quienes sostienen que tienen una murga, "Los denunciantes del bajo".

    Otros, que se pusieron una empresa de publicidad y que andan en el negocio de las paradas de colectivos.

    Who knows...

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