
Se llamaba Hipólito Bouchard, tenía aparentemente unos dos años, era tranquilo, chiquito, sólido, lleno de vida, o no tanto, y vivía conmigo. De vez en cuando lo sacaba al balcón para que mire un poco para afuera, así conocía los colectivos, los punks y la patineta. Alguna vez me olvidé de invitarlo a entrar, y se quedó un día entero ahí, tal vez chupando frío, quién lo sabrá sino él...
Lo único vivo que tuve conmigo en mi departamento de soltero fue a don Hipólito, y feneció de causas que presumo naturales, porque nada más natural que te mate el clima. Ojo, si me pongo a hilar fino, un rayo es parte de la naturaleza pero si le ponemos "causas naturales" en el certificado de defunción sería una mentirilla. Sería lo correcto hablar de "achicharramiento eléctrico", digamos.
Volviendo al tema en cuestión, don Hipólito me dejó hace años, víctima de mi desidia, negligencia, y desorden. Tal vez no aguantó el cambio de clima, de su pueblo natal a esta ciudad tan enviciada, no lo sabré jamás.
Hoy mi amigo Adrián me recordó que estuvo en el pueblo y vió al progenitor de Hipólito, a quien yo ya había visto hace un mes, más o menos. Conversamos, pero no tuve el coraje de contarle que Bouchard ya no estaba entre nosotros, él tampoco preguntó, así que este nuevo recordatorio me hizo escribir y desearle que descanse en verdes prados, sin herbívoros cercanos, con humedad, calorcito, luz, y lo que sea que un bonsai necesite.
Honores al difunto, requiescat in pacem, et lux perpetua luceat ei.
capaz solo necesita que no lo olvides ;)
ResponderEliminarOjalá tome lo necesario el sol y no más de la cuenta, y que tenga más suerte que su sucesor!!
ResponderEliminaren mi casa hay varios hipólitos que pobrecitos me miran con recelo. saludos
ResponderEliminarLes doy una tibia bienvenida, porque está por venir el calor.
ResponderEliminarVoy a charlar con el japonés (o chino) la próxima vez, está decidido.